Jesús se preocupó de que sus discípulos aprendieran su forma de vivir con Dios y con los hombres. Reconoció que no era suficiente introducir a las personas a la comunión espiritual con él. Sus discípulos necesitaban saber cómo mantener esta experiencia y cómo compartirla, ya que era necesario perpetuarla por medio de la evangelización. Desde luego que, en un sentido técnico, la vida precede a la acción, pero bajo un punto de vista completamente práctico, vivimos gracias a lo que hacemos. Uno debe respirar, comer, hacer ejercicio, y proseguir con su trabajo si quiere crecer. Cuando estas funciones corporales se olvidan, la vida cesa. Por esto el esfuerzo de Jesús por hacer comprender a sus seguidores los secretos de su influencia espiritual han de considerarse como parte voluntaria de su estrategia básica. Sabía lo que era importante.

La práctica de orar
Tomemos, por ejemplo, su vida de oración. No fue accidental que Jesús dejara que sus discípulos muchas veces lo vieran conversar con el Padre. Así pudieron comprobar la fortaleza que esta práctica daba a su vida, y si bien no podían entender completamente de qué se trataba, tienen que haber caído en la cuenta de que era parte de su secreto de vida. Adviértase que Jesús no les impuso la lección, sino que más bien siguió orando hasta que por fin los discípulos se sintieron tan deseosos de imitarle que le pidieron que les enseñara lo que hacía.

Aprovechando esta oportunidad cuando se presentó, Jesús pasó a darles una lección que sus corazones estaban listos para recibir. Les explicó algunos de los principios básicos de la oración, y luego, antes de concluir, ilustró su explicación con una oración modelo (Mat. 6:9–13; Luc. 11:1–11). Se podría pensar que semejante práctica estaba por debajo de la capacidad de estos discípulos —la idea de tener que ponerles palabras en la boca para que supieran orar— pero Jesús no hubiera dado por sentado un punto tan importante. En realidad, estos métodos elementales de enseñar a menudo resultan necesarios para que las personas se inicien en esta práctica. Pero sea lo que fuere lo que resultara necesario, Jesús quiso que comprendieran la lección.

Al hablar con sus discípulos, insistió una y otra vez en la vida de oración, ahondando constantemente en su significado y aplicación a medida que iban siendo más capaces de comprender las realidades más profundas de su Espíritu. Fue una parte indispensable de su preparación, que a su vez habrían de transmitir a otros. Una cosa es cierta. A no ser que comprendieran el significado de la oración, y aprendieran cómo practicarla en forma continua, sus vidas nunca iban a producir mucho fruto.

Extraído de: "El plan supremo de Evangelismo"  Robert Coleman

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