Una Guía al Amor Transcultural



Si yo hablase la lengua de mi campo misionero, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe.

Y si me vistiese como ellos, y entendiese toda su cultura y toda su forma de entender las cosas, y si aprendiese todas las costumbres, de tal manera que pasase por uno de ellos, y no tengo amor, nada soy.

Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es sufrido al estudiar largas horas el idioma, es benigno con los que se burlan de la pronunciación; el amor no tiene envidia de los que no van al campo, el amor no es jactancioso de su propia cultura, no se envanece de su superioridad nacional.

Todo lo sufre, aun cuando critican nuestra cultura, todo lo cree, incluyendo lo bueno de la cultura, todo lo espera y no se deja abatir por las dificultades, todo lo soporta.

El amor nunca deja de ser; pero la antropología se acabará, y cambiarán las lenguas, la contextualización se hará sincretismo y la ciencia acabará.

Porque en parte conocemos la cultura, y ministramos solo a una parte; más cuando Cristo venga a esta cultura, entonces lo que es inadecuado de nosotros pasará inadvertido.

Cuando yo estaba en Perú, hablaba como peruano, pensaba como peruano, juzgaba como peruano; mas cuando me fue al campo misionero, dejé lo que era de Perú.

Ahora nos adaptamos a la cultura por espejo, oscuramente; mas entonces esta etnia le verá cara a cara. Ahora hablo con un extraño acento; pero entonces él les hablará al corazón.

Y ahora permanecen la adaptación cultural, el estudio del idioma y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor.

ANÓNIMO 

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